lunes, 8 de febrero de 2010

con-ciencia

Con una escena intrascendente en los columpios del parque, un adulto preocupándose por un niño. No era consciente de ello.



Como esos objetos que a veces hay en casa y ni los llegas a ver porque siempre han estado ahí. No son ni bonitos ni feos, han perdido la esencia de la estética, sólo están ahí.



Es un sentimiento de tristeza al que se le ha quitado la emoción y se ha quedado reducido a lo fisiológico, un nudo en la garganta y una ligera acuosidad en los ojos. Dura un instante, viene y se va, y viene cuando veo un niño feliz, cuando un adulto tiene sensibilidad infantil, cuando se agacha y se pone a su altura para hablarle mirándole a los ojos, cuando juegan con empatía, ... y un día no sé porqué, se me hizo consciente.

Supongo que al hacerse consciente, he entendido lo que pasaba y se ha ido yendo, ya no hacía falta.