miércoles, 22 de septiembre de 2010

naturaleza erótica

Larra-Belagua (haya)

No me digáis que sólo es cosa mía...

domingo, 19 de septiembre de 2010

cóctel explosivo


una loca insensata
una celosa tirana
una santa
una maníaca
una romántica empedernida
una víctima imaginaria
todas conmigo
yo intentando apaciguarlas

martes, 14 de septiembre de 2010

peugeot azul celeste


-Me voy a casa, tengo ganas de que me cuiden y de comer bien ¿y tú?

-Yo me quedo a estudiar, ¿salimos hoy y te vas mañana?

- Mañana es fiesta y no creo que haya autobús.

- Si te pones en Anoeta, te cogen a dedo enseguida, venga salimos...

No pasaron de largo más que un par de coches, haciendo señas de que se quedaban cerca.
Paró el tercer coché y se montó. Un tío anodino, no había música, ni conversación, así que se dedicó a mirar todos los detalles del coche por dentro.

Un asqueroso olor a ambientador y colgado del retrovisor un columpio de madera con dos pajaritos rojos que  no paraba de balancearse, los pajaritos sostenían alguna frase, de esas como de amor eterno.

Pegado en la guantera, un imán familiar con fotos de mujer e hijos, que parecía que alguna vez habían tenido color.

Al mirar por la ventanilla, se dió cuenta de que esa no era la dirección, se estaban desviando, mierda, no había nadie por esa carretera de polígono, era fiesta.

Paró el coche y se abalanzó sobre ella poniéndole sus gordas manos en el cuello y apretando tanto que no podía ni gritar, inmovilizada con el cinturón y con los cien kilos que pesaba ese tío.

Los pajaritos ya no se balanceaban y la mujer e hijos seguían allí viéndolo todo, y ese tío ya no le parecía tan anodino, podría ser... carnicero o no, de los que llevan las terneras desde el furgón hasta la carnicería, y qué mierdas hago yo pensando en la profesión de un tío que me tiene cogida del cuello.

Se escurría para abajo para intentar llegar a la manilla y entonces el tío aflojó, le metió sus gordos dedos en la boca y ella mordió todo lo fuerte que pudo, pero se desesperó al ver que a él le gustaba.

Consiguió abrir la puerta, sólo quedaba escurrirse un poco más. El tío soltó del todo, ella se escabulló y echó a correr.

El coche la siguió despacio, la alcanzó, paró a su altura, se abrió la puerta, y salió lanzada la bolsa de viaje, aceleró y desapareció.

Odia los peugeot azul celeste y las horteradas que se ponen en los espejos retrovisores.